miércoles, 18 de julio de 2018

Hablar con niños y adolescentes sobre el Alzheimer

   Cuando se produce un cambio o una nueva situación llega a nuestras vidas todos queremos saber sobre ello para adaptarnos de la mejor manera. Al igual que los adultos, la presencia de un familiar con Alzheimer despierta dudas y conflictos en los niños y adolescentes.

   El desconocimiento nos puede llevar a tener temor o duda en ciertas situaciones, por lo que hablar con estos niños y adolescentes sobre el Alzheimer puede ayudarles a afrontar el cambio de una manera más normalizada, adaptarse mejor y saber abiertamente que tiene un adulto al que consultar en caso de duda o pregunta sobre ello.

   Por eso os dejamos unos consejos generales sobre cómo hablar del Alzheimer con niños y no tan niños:

  1. Adaptar la información a la edad: no es lo mismo explicarle qué es el Alzheimer a un niño de 4 años que a un niño de 13. El lenguaje, las expresiones y la información debe estar adaptada a ellos. Entre 4 y 7 años explicaremos que la persona se comporta así porque está enfermo, explicarle sin tecnicismos y recalcarle la idea de que a pesar de sus fallos esa persona le sigue queriendo como siempre. Cuando se trata de un niños entre 8 años y 12 podemos hablar ya más sobre el concepto de enfermedad e implicarle en actividades con la persona, ya sea de acompañamiento o compartir la realización de tareas sencillas de estimulación. Además, es una buena edad, sobre todo en los últimos años del intervalo, para incorporar la idea de la no curación. Si nuestro interlocutor es una niño a partir de 13 años podemos hablar abiertamente del Alzheimer y lo que conlleva, implicarlo de alguna manera muy sencilla en el cuidado de la persona y ofrecernos a ayudarle en cualquier momento en caso de duda sobre el tema. En general debemos cargarnos de paciencia, buscar explicaciones y ejemplos para cada etapa y estar dispuestos a resolver cualquier duda o necesidad.
  2. Dar la información clara y concisa: una cosa es adaptar la información a la edad y otra es dar rodeos innecesarios. Es mejor que entiendan que ciertas situaciones derivan de la enfermedad y no es algo que hacen de manera intencionada, así afrontarán esos momentos más cómodos y no sentirán que es algo personal. Enfatizar las cosas que la persona aún puede hacer y animar a colaborar en esas actividades puede ser positivo para que se den cuenta que siguen siendo las mismas personas.
  3. Buscar actividades que puedan realizar juntos: seguramente tareas sencillas de la vida diaria como poner la mesa pueden ser actividades que se desarrollen sin dificultad y puedan compartir. Además, fomentar las situaciones distendidas y de diversión como puede ser el visionado de fotos antiguas o escuchar música, actividades lúdicas que compartirán y dejarán un gran sabor de boca a ambos, permitiendo al niño saber que nos tenemos que adaptar pero que es posible seguir compartiendo momentos con la otra persona.
  4. Buscar el momento más adecuado para hablar y permitir que afloren sentimientos y dudas: es mejor elegir un momento del día en el que no andemos con prisas, en un lugar relajado y ofreciéndonos a resolver las dudas que sean necesarias, sin prisas. Es importante que sea un diálogo abierto, en el que además de lo que nosotros le podamos contar ellos nos hagan sus preguntas y en el que dejemos claro que nadie es responsable de esta nueva situación. 
  5. No forzar las situaciones: el rato que pasen juntos debe ser un rato distendido y de diversión, por lo que lo mejor es que salga de manera natural y no forzado. Además debemos de estar con cierto nivel de vigilancia, no podemos responsabilizar a niños y adolescentes de aquello que no están preparados para asumir.


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